15 febrero 2011

DESDE EL JARDÍN DE LA REPÚBLICA - Arq. Jorge Bichara Bitar Ramirez


Era el año de 2002, una reconocida figura entraba a un escenario de la ciudad de Nueva York, quizá repitiendo en silencio el poema de su amigo Alberto Cortez:

“Hay que ver... hay que ver... Cómo pasan los años
Parece que fue ayer Que pisé un escenario
Por la primera vez, Tenía tanto miedo.
Hay que ver... hay que ver... Aún lo sigo teniendo” (1)

Era Mercedes Sosa, la voz grande de Tucumán; se presentaba en un auditorio con capacidad para 2800 personas y considerada la sala de conciertos más ilustre de Nueva York y una de las más importantes de los Estados Unidos no solo para músicos clásicos sino también para músicos populares, por su acústica y su historia.

El Carnegie Hall, edificio que estaba condenado a ser demolido, ubicado en la Séptima Avenida y la calle 57 de N.Y. a dos cuadras de Central Park, y de cual se ha dicho de su principal sala el “Main Hall” que “por sí sola es un instrumento".
Si un turista pregunta a un neoyorkino "¿Cómo se llega a Carnegie Hall?", éste le responde "Practicando, practicando".
Diseñado por William Burnet Tythill, y construido entre 1890 y 1897 por Isaac Hopper, en ladrillo ocre, yeso blanco y piedra gris, fue financiado por Andrew Carnegie, es ahora propiedad de la ciudad de N.Y. y declarado monumento histórico en 1964.

En el año de 1986, dieciséis años antes que el lleno del “Main Hall”, ovacionara  de pie por más 10 minutos a la “Negra” al escuchar el profundo sonar de su tambora tucumana, otro grande nacido bajo esta luna del “Jardín de la República”, entraba a su modo al escenario del Carnegie Hall, al pretender transformar un lugar allanado por el caos urbano, creciendo desordenadamente y amenazado nuevamente con su demolición dentro de un plan de renovación urbana.

Cesar Pelli, nacido en San Miguel de Tucumán, en 1926, nueve años antes de que la samba arrullara a la voz de América, graduado de arquitecto en la Universidad Nacional de Tucumán en 1949; continuó sus estudios en el Instituto Tecnológico de Illinois, radicándose en los Estados Unidos donde desarrolló un discurso acorde con su obra. Asumía el desarrollo del proyecto arquitectónico de manera realista e individual, sin atarlo a los paradigmas del estilo, entrándose en el naciente posmodernismo, sin perder de vista la riqueza estética de las construcciones antiguas, tratando de demostrar que la arquitectura posmoderna, no necesariamente debía negar el pasado.

 
Encargado de la ampliación y de la torre del Carnegie Hall, Pelli desarrolló una obra maestra según la descripción realizada por Jorge Glusberg (2): “Por como supera con holgura los obstáculos que presenta su implantación, es una obra de notable síntesis integrativa ya sea por respeto al entorno y por la solución morfológica sin caer en la copia de estilos de la mitológica sala”. En un marcado respeto por el entorno, sin perder el norte del posmodernismo, Cesar Pelli, debuta en el Carnegie Hall, con un objeto de arquitectura de color ladrillo, proporcionando la fachada a las edificaciones existentes. La ovación tampoco se hizo esperar.


Con la experiencia adquirida con Eero Saarinen, como director de Diseño y posteriormente decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Yale, desarrolló un saber arquitectónico, donde destacó el uso del material de revestimiento como la piel del edificio, combinando acero, vidrio y ladrillo, a punto de desarrollar gestos formales que rompían la rigidez de las fachadas posmodernas, elevándolas a esculturas urbanas e iconos arquitectónicos.


Aún no había ganado el concurso de las torres Petronas, que lo llevó al estrellato pero si contaba en su currículo con importantes obras de arquitectura y una desmedida pasión por la síntesis, altura y la verticalidad.


Galardonado con la medalla de oro del The American Institute of Architects (AIA) (Instituto Estadounidense de Arquitectos), en la década del setenta mientras Mercedes lanzaba su “Grito de la tierra”, “Homenaje a Violeta Parra”, “Hasta la Victoria”, “Traigo un pueblo en mi Voz”, “Florezca mi pueblo” y “serenata para la tierra de uno”, Pelli con su música particular empezaba a aparecer en el cielo de la  arquitectura con el Centro de Diseño del Pacífico (1971) en Los Ángeles y San Bernardino City Hall (1972) en San Bernardino, USA. 


En los ochenta a pesar del exilio la cantora no calló, y el mundo coreaba con ella “como un pájaro libre”, “María Maria”, “la Maza”, “Unicornio”, “vengo a ofrecer mi corazón”, “Gracias a la vida”, “La cigarra”, y el maestro de la verticalidad “componía” el Museo of Modern Arte de extensión (1984), el Museo Mattatucken en Waterbury, (1984) Connecticut; Nueva York; Herrig Hall (1986), Rice USA; Wella Fargo Center (1988) Miniapolis;


En la década del 90 cuando caía la cortina de hierro, y Pelli levantaba sus torres de Paine Webber Building. (1990), Chicago; 777 Tower (1990), Los Ángeles;   el Centro de Matemática, Computación e Ingeniería, del Trinity College en New Heaven (1990); Key Tower (1991), Cleverland; el Centro Boyer de Medicina Molecular (1991), en la Universidad de Yale; One Canadá (1991) Londres; National Bank en Charlotte (1992); la Torre para el Banco República en Buenos Aires (1996); la torre de Canary Wharf (1996), Londres; Word Financial Center (1999), N.Y.; la Negra se llenó de reconocimientos sin perder su humildad e identidad; los grandes como Fito Páez, Nito Mestre, Piero, León Gieco, Charly García, Víctor Heredia, Pablo Milanés, y muchos otros cantaron con ella y todo el mundo oyó su voz.


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Este siglo, llenó de gloria a los dos grandes de Tucumán, Pelli se encarga de la Torre para la nueva sede administrativa del Bank Boston (2001); el Sen Hawk Hotel y Resort (2005) en Fukuoka, Japón; Two Internacional Finance (2003) Hong Kong; Costanera Center (2006), Santiago, Chile; La Torre de Cristal (2008), en Madrid; Torre Iberdrola (2009) Bilbao; la Torre Cajasol (2009), Sevilla y la Negra reciba el Grammy Latino y los teatros del mundo con sus puertas abiertas recibían su canto, entre ellos el Carnegie Hall, en donde los ecos de los aplausos aún se oyen en sus muros.


Vale la pena detenerse en el Carnegie Hall, que para los entendidos, es más representativo, no obstante, este importante bagaje arquitectónico y los logros monumentalitas de las torres Petronas, su lanzamiento al hall de la fama y el status de gran arquitecto que ha sabido sostener hasta hoy, a fuerza de creatividad y trabajo. El Carnegie Hall, emerge sensual, con una riqueza arquitectónica que sabe equilibrar la audacia del posmodernismo y la templanza del monumento histórico atado a sus raíces, con una sensibilidad idéntica a la voz y la canción de su coterránea Mercedes Sosa, que se transformó en sentimiento latinoamericano y que como su bombo de legüero de su natal Tucumán resuena diariamente en el alma de los desprevenidos neoyorquinos.


Como la canción de Mercedes Sosa, las obras de Cesar Pelli, son un culto a la nueva arquitectura; se componen de frases sencillas que contienen un profundo significado e integridad. Como un canto hecho piedra, vidrio y metal transforma la arquitectura en símbolo, que construye identidad, lo que lo convierte en un cantor y no en cantante, o como afirma Facundo Cabral (3), "cantante es el que puede y cantor el que debe". Mientras Frank Gehry, “cantaba” en Bilbao al ritmo de su rock pesado, Norman Foster en Londres, Calatrava con sus arpas en Sondika, Pelli, cantaba al son de sus altas torres. En palabras de Cesar Pelli "En cada edificio que yo he hecho es algo que hemos buscado, que todo elemento de diseño la gente lo pueda ver como algo que es de ellos; significa que mis edificios cambian de acuerdo al lugar" y “Yo encaro cada obra nueva como un problema por resolver a partir de cero, y trato de encontrar la solución a partir de las raíces del problema, las raíces del lugar, el clima, y el entorno físico y cultural”.


Con ese criterio, ganó el concurso de las torres Petronas (1998) en Kuala Lumpur (Malasia), acercándose al islamismo a través de las formas, erigiendo unas torres que rasgan el cielo malayo y los records mundiales, y se fusionan con el pensamiento y la idiosincrasia del pueblo, tomando un carácter iconográfico dentro de una rígida geometría, que hacia crecer dos torres a través de la superposición de estrellas de doce puntas, que se contradice con la dinámica y el movimiento de la fachada. Pelli aseguró que, "Nunca se discutió que las torres deberían ser las más altas del mundo, sólo que deberían ser bellas".


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JORGE BICHARA BITAR RAMÍREZ,
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Arquitecto de la Universidad Santo Tomas, Bucaramanga Colombia, Docente del departamento de Arquitectura y Urbanismo de la Universalidad Francisco de Paula Santander de Cúcuta Colombia, estudiante de Maestría en arquitectura ciudad e identidad Universidad nacional experimental del Táchira San Cristóbal, Venezuela con tesis en curso sobre Sistema Integrado de Transporte Masivo desde el Área Metropolitana de San Cristóbal, y su integración al Sistema Integrado de Transporte Masivo del Área Metropolitana de Cúcuta
Formación académica y profesional se orienta en el área del Urbanismo, el ordenamiento urbano-regional, utilizando las herramientas de gestión urbana, la aplicación del derecho a la ciudad como un derecho inalienable de todos los ciudadanos, la Función social ecológica de la propiedad, la prevalencia del interés general sobre el particular, la distribución equitativa de las cargas y beneficios derivados del desarrollo urbano, que permiten el desarrollo de proyectos territoriales a nivel regional, metropolitano, municipal y binacional.


(1) Del poema "Hay que ver" del cantautor español Alberto Cortez
(2) Director del Comité Internacional de Críticos de Arquitectura (CICA), desde 1978 a la fecha. Consejero Delegado de la Unión Internacional de Arquitectos -UIA-, 1981-1986.
Director de la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires desde 1985 a la fecha.
Miembro del Comité Editorial de la Revista D'Ars, Milán, 1985 a la fecha.
(3) Cantautor argentino.

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